miércoles, 13 de julio de 2011

Dublín en día y medio (i)

Lo primero que te llama la atención de Dublín es que huele a comida. O eso o que hay taxis por todos lados. 
Nos hemos bajado del 747, uno de los autobuses urbanos que te lleva del aeropuerto a la ciudad, en N Wall Quay St.,  frente al Clarion Hotel Dublin City. El hambre desde que comimos en Barajas nos acecha y el chiringuito con vistas al Liffey no ayuda mucho. Se supone que en esta misma parada tenemos que coger el 16A, pero cambiamos de opinión y aunque hemos tardado poco desde el aeropuerto a las fronteras del centro, ahora hay que cruzar el mismo para 3 km escasos que nos quedan hasta al hotel. Un acierto el cambio, porque el taxista evita el centro y en menos de 5 minutos, desde que levanté la mano (se pararon 3 en el acto) y haciendo rallie, estamos en la recepción del hotel. 

Una vez instalados, salimos a buscar sitio para cenar. Esa era la intención, pero más que buscar tuvimos que decidir. En la zona donde estamos, entre Portobello y Harcourt, tiene bastante oferta de tiendas, restaurantes y bares.  La mayoría de los locales son de comida rápida para llevar, sin la parte peyorativa del término, hay calidad e higiene en la gran mayoría de los sitios.


The Late Nite Shop, Camdem St. 

Si antes, al bajar del bus olía a comida, aquí más. Hay fish&chips, pizzas, baggels, kebabs, chinos, tiendas 24h. que te preparan bocadillos, hay de todo, junto y por separado, y algo que llama la atención es que la gente entra, cuando es su turno, porque hacen cola en la puerta, pide, salen y no dan dos pasos sin abrir el paquetito caliente andando. Nuestra elección es una minipizzería, que tiene por suerte tiene 4 taburetes pegados a la ventana, barato y riquísimo. Y artesanal, mientras comemos observamos al pizzero preparar las siguientes pizzas partiendo desde la harina. 


Harcourt Dinner, Harcourt Rd.

Para bajar la comida damos un pequeño paseo hasta el Grand Canal, en dirección contraria al centro. El alumbrado público, a pesar del diámetro de las farolas, es tenue por no decir oscuro. Menos mal que los puestos de comida alumbran sus propias fachadas, de otro modo costaría andar por la calle, aunque se valora el ahorro de energía, la mayoría de las veces es inncesario tanto derroche. 
A medida que avanzamos se nota que el hotel está situado justo donde acaba el centro, y aquí comienzan los antiguos barrios obreros de principios de siglo. Paredes de ladrillo de un rojo apagado, las típicas puertas de colores un poco dejadas de la mano de Dios y ni un alma por la calle desde hace un rato. Así que nos damos la vuelta y tomamos dirección centro. 

Primera sorpresa, primera recomendación. Si vienes a Dublín, Harcourt St. es la zona de juerga por y para los irlandeses. Nos cae al ladito del hotel, y es la calle que nos une al centro. El primero que se ve y que llama la atención por el volumen de la fachada es el Odeón, una antigua estación de tren, de la que solo queda una parada del tranvía, justo enfrente, que nada tiene que ver con el antiguo tren. 




Al lado otro bar/club que está haciendo una barbacoa en el jardín. A partir de ahí pubs, clubs y bares por todos lados, hasta llegar a St Stephen's Green. Se intuye que a pesar de ser aproximadamente medianoche,  el equivalente en España podrían ser las 4-5 de la mañana, por como estaba ya el personal. Creo que hemos llegado un poco tarde. A pesar de eso nos recibían de buena gana los locales en los que entramos, eso sí previa petición de los porteros de 2x2x2, muy comunes por todos lados, de que la cámara tendría que estar guardada para poder entrar. Una vez dentro, en seguida comprobamos que era cierto lo que decía JR Alvaro, los españoles caemos bien aquí, y si eres, añado yo, canario, aún más. Se ve que veranean allí y no hacen más que contar sus aventuras por Tenerife y Gran Canaria.

Así, de copa en copa, todo en línea recta llegamos a Graffon Street, siempre acompañados por el olor a comida y la marabunta de taxis, pero cuando llegamos casi todo está cerrado, y  sólo se oye a un músico callejero vociferar más que cantar. Al parecer estas ya no son horas y una vez visto el Trinity College por fuera, pésimamente iluminado para hacerle fotos, pensamos que por hoy nos ha sido suficiente. Han sido una buena maratón desde las 8 de la mañana. Pero a mi el hambre me vuelve a acechar, así que antes de volver al hotel, otra pequeña parada para coger comida para llevar, que para eso hay un refrán: "allá donde fueres, haz lo que vieres". Así que fish&chips y andando a la cama.
Mañana veremos Dublín en serio, solo tenemos un día y hay que aprovechar el tiempo. 

The Captain America, Graffon St.
Dublín, Irlanda

5 comentarios:

  1. Comida y Taxis....estupenda combinación para hilar una crónica, te la copiaré en algún momento.
    Gracias por la mención, la verdad es que los Irlandeses y nosotros tenemos mucho que ver, entre otras cosas nuestras hospitalidad. Se parecen más a nosotros que los italianos o los portugueses, por mucho que estén cerca nuestro. Los irlandeses tienen ese concepto de la amistad y el trato agradable que es generalizado en toda España. Por eso yo digo que estar en Irlanda es como estar en casa, y no solo por la cerveza.

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  2. Muy bien esas nocturnas, me gustó el reportaje

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  3. Esta claro que viendo las fotos y el relato llegaste con hambre jejeje. Muy buenas las tomas nocturnas con un gran equilibrio en las luces. Un saludo.

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  4. Me gusta mucho tu crónica. Lo de los taxis y las comidas es un buen punto. Yo tengo ánimos renovados para planear el viaje a París...

    Para una amante de los cómics, como yo, la foto del Capi es impagable... aunque sea un bar.

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  5. Venga¡¡¡ Venga¡¡¡ continua con la crónica y las fotos, que esto promete mucho.
    Buen gusto para las nocturnas, y buen ojo.

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